Testigo narra experiencia vivió 11 septiembre
Internacionales September 10, 2021 Ricardo Rosa
NUEVA YORK (Diario La Prensa).- Ya el primer avión había impactado la torre norte del World Trade Center,cuando la peruana Gisela Avalos, que en ese momento tenía 33 años, salía de la estación Chambers del Subway en el Bajo Manhattan, para ir a su trabajo de limpieza en la oficina de un arquitecto en la calle Franklin en Tribeca.
Veinte años después, Gisela todavía no ha superado del todo lo que presenció aquella mañana, que luce lejana, pero que al paso de dos décadas no logra borrar ni de sus altibajos emocionales, ni de su piel.
Esta semana cuando la Gran Manzana empezó a remover algunos recuerdos de aquel doloroso 11 de Septiembre, y los medios se conectan con los detalles del ataque terrorista más fatídico de la historia de la ciudad, la inmigrante prefirió alejarse de esas imágenes.
Eran las 8:50 minutos de la mañana del 11 de septiembre de 2001 y Gisela salía como todas las mañanas del tren, pero esta ocasión, en cada escalón hacia la calle empezó a percibir que era un paso a un verdadero infierno. El vuelo 11 de American Airlines ya había impactado la primera de las Torres Gemelas. De allí en adelante todo ya es historia.
“Al salir de la estación todo era una nube de polvo y gente desesperada que corría gritando que había empezado una guerra”, recordó.
Mientras todo le impedía regresar a su casa en Queens, porque muchos cuadrantes de las calles fueron cerrados en medio de la confusión, Gisela al igual que miles de personas, quedaron atrapadas en medio de un ‘huracán’ de desesperación, gases tóxicos e incertidumbre.
En esos segundos, ni siquiera las mismas autoridades del país sabían lo que estaba sucediendo.
“Allí fue cuando el otro avión impactó sobre la otra torre. Empezamos a ver cómo la gente se tiraba de los pisos huyendo del fuego. Aparecieron helicópteros y aviones de los cuerpos de emergencias en segundos. Pensábamos que eran parte de una guerra que se había iniciado, porque volaban muy bajo”, recordó todavía impactada.
Eran ya las 9:03 minutos cuando la segunda aeronave, del vuelo 175 de United Airlines que atravesó la torre sur, elevó el pánico en esa parte de la ciudad, el país y el mundo.
Gisela, hoy con 53 años, lo presenció todo. Y ante el cierre de los servicios de transporte, no le quedó otra alternativa que caminar hasta su casa en Corona, en Queens. Uno de los viajes más largos de su vida. El inicio de una travesía que no ha terminado.
“No quedó otra que salir de allí. Cuadras y cuadras en medio de aquel olor y polvo. Llantos, policías en cada esquina. Tardé seis horas y media en llegar al Puente Queensboro. Y hasta la fecha no hay un día en que regrese a esa parte de Manhattan que no tenga una extraña sensación”.
Al paso de los meses de ese suceso, que marcó la vida de todos los neoyorquinos, esta inmigrante quien había dejado su Lima natal en 1991, para formar una familia al lado de su esposo y sus dos niños en la Gran Manzana, empezó a mostrar algunos cuadros emocionales y físicos muy extraños.
“Me empezaron a aparecer lesiones raras en el cuerpo, erupciones, manchas. Eso a la par de muchas manifestaciones de ansiedad y pánico. Nada era igual en mi. Iba de un doctor a otro y nadie sabía qué decirme”, contó.
Todo indicaba que el choque con un ‘pandemonium’ doloroso y contaminante había dejado secuelas en la humanidad emocional y física de la peruana. Ella misma no lo sabía, como la mayoría de las víctimas que inclusive hoy podrían estar padeciendo cuadros emocionales y que no asocian con el hecho de haber estado cerca del área de los atentados.
Decenas de miles de personas que vivían o trabajaban en vecindarios cercanos al escenario de los ataques, respiraron aire provisto de gases tóxicos, además partículas de los rascacielos pulverizados y quemados.
Informes muy precisos divulgados con los años, especifican cómo el humo esparcido por el aire neoyorquino era muy perjudicial para la salud. Por ejemplo, se precisó cómo en las Torres Gemelas había más de 400 toneladas de amianto, un compuesto potencialmente cancerígeno. Las partículas de ese material sobrevolaron el cielo de Manhattan durante semanas.
Con el derrumbe de los que fueron los edificios más altos del mundo, se generó una humareda que estaba compuesta por restos del combustible de los aviones, de equipos electrónicos, mercurio, asbesto y amianto,especifican muchos reportes.
Para personas como Gisela, quien a todas luces fue una de las miles de ‘víctimas indirectas’ de ese ataque, le costó un par de años determinar cuál sería la vía para subsanar sus ‘cicatrices’, hasta que conoció de las alternativas de atención sanitaria y salud mental que hasta la fecha sigue ofreciendo la Ciudad.
“Después de tanto transitar por médicos que no sabían explicar qué me pasaba, me encontré con un programa de la Ciudad que estaba atendiendo a todas las personas que podían estar de alguna forma afectadas en su salud por esta tragedia”, acotó.
Se trata del Programa de Derivación del Tratamiento (TRP) del 11 de Septiembre que forma parte del Registro de Salud del World Trade Center (WTC), el cual es una sombrilla de ayuda disponible para los sobrevivientes que califiquen para recibir atención para afecciones de salud, que de acuerdo con algunos criterios de las investigaciones, están asociadas con los efectos contaminantes de esa tragedia.