Día Internacional de la Solidaridad  Día Internacional de la Solidaridad 
POR RAFAEL BALDAYAC Hoy jueves  31 de agosto es Día Internacional de la Solidaridad,  proclamado por  la Organización de las Naciones Unidas con el... Día Internacional de la Solidaridad 

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Hoy jueves  31 de agosto es Día Internacional de la Solidaridad,  proclamado por  la Organización de las Naciones Unidas con el propósito de  contribuir a promover y fortalecer los ideales de solidaridad como valores fundamentales para las relaciones entre las naciones, los pueblos y las personas.

Solidaridad se define como  el apoyo o la adhesión circunstancial a una causa o al interés de otros, sobre todo en situaciones difíciles. La palabra es de origen latín: “solidus”,  “solidario” que significa “firme, macizo, denso y fuerte”.

Las Naciones Unidas han acordado que los problemas mundiales deben abordarse de manera que los costos y las cargas se distribuyan con imparcialidad conforme a los principios de equidad y  justicia social.

¿Por qué se insiste tanto en los últimos tiempos en la necesidad de establecer relaciones solidarias? La respuesta está en la época que nos ha tocado vivir, con las desigualdades  a la orden del día.

El sistema actual, basado en una economía capitalista globalizada, comporta situaciones de injusticia social. En este contexto, se ha producido el gran incremento de la pobreza con especial énfasis en las mujeres y la niñez.

Qué nos enseña la Biblia? La sagrada Escritura, el Manual de Vida,  comienza con un mensaje de solidaridad internacional, que puede considerarse el tema central del libro de Génesis.

Aunque la palabra moderna solidaridad no aparece en los evangelios, éstos pueden considerarse, sin lugar a dudas, una constante invitación a su práctica, como expresión de amor universal sin barreras de ningún tipo.

La palabra más próxima a ésta, porque la supone y la incluye, es ágape que aparece 116 veces en el Nuevo Testamento. Que es  el amor y la fidelidad que  tiene por objeto a Dios, o al hombre en cumplimiento del precepto divino: “Amarás a Dios… y al prójimo como a tí mismo” (Lucas 10: 27)

Contrario  al expansionismo explotador de Babilonia (Génesis 11:1-9;), Dios llama a Abraham y Sara para ser bendición a todas las familias de la tierra (12:2-3; 22:18). Fiel a esa comisión solidaria, Abraham libera a los reyes aliados de Sodoma y Gomorra (14:1-16) y después intercede por esas ciudades (18:16-33).

Pero el gran clímax de todo el libro de Génesis es el programa de alimentación internacional que organizó José para el gobierno de Egipto (41:37-57; 47:13-26). A pesar de la escasez, la comida no era sólo para egipcios, ni sólo para los hebreos, sino para todos los pueblos vecinos.

A sus propios hermanos, que le habían vendido a la esclavitud, José dijo, “Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien para salvar la vida de mucha gente” (Génesis 50:20).

Otro ejemplo bíblico de la solidaridad es Moisés. Creció en el palacio con todos los privilegios de la realeza, y recibió la mejor formación con la que el imperio egipcio preparaba a sus funcionarios del estado. Pero “prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado” (Hebreos  11:26).

Uno de los ejemplos de solidaridad en la Biblia más famoso es la parábola del buen samaritano, que se encuentra en el evangelio de Lucas (10:25-37). En esa ocasión Jesús estaba enseñando, cuando un conocedor de la ley quiso probarle y le preguntó: ¿Quién era su prójimo? relatándole la conocida parábola.

Lo cierto es que el mayor ejemplo bíblico de solidaridad es nuestro Señor Jesucristo, “quien, siendo por naturaleza Dios…se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo” y asumió todo lo que significa nuestra condición humana (Filipenses 2:6-7).

Jesús se identifico con los más necesitados: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber… (Mateo 25:34-40). Siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos a nosotros (2Corintios  8:9), y precisamente por eso, Pablo insistió en que los corintios debían solidarizarse con los pobres de Jerusalén (2Corintios 9:8-9).

El resultado de esta solidaridad de Cristo es un pueblo que vive en una solidaridad profunda y constante; compartimos una vida común y comunitaria por la presencia del mismo Espíritu en cada miembro del cuerpo.

“De modo que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1Corintios 12:26).

Nuestro Dios es un Dios de amor y solidaridad. Nuestro Señor y Salvador nos da un ejemplo de solidaridad hasta las últimas consecuencias. Toda la Biblia nos exhorta a ser solidarios unos con otros y especialmente con los más necesitados de este mundo.

Ricardo Rosa

Periodista, labor que realizo desde 1970. He laborado en diferentes medios noticiosos (radio, televisión, periódicos impresos y digitales) tanto de Santiago como de Santo Domingo.

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