Violencia: Una pandemia social Violencia: Una pandemia social
POR RAFAEL BALDAYAC El presidente Luis Abinader, tras el cruel asesinato del ministro de Medio Ambiente Orlando Jorge Mera, hace tres días, llamó a los... Violencia: Una pandemia social

POR RAFAEL BALDAYAC

El presidente Luis Abinader, tras el cruel asesinato del ministro de Medio Ambiente Orlando Jorge Mera, hace tres días, llamó a los dominicanos a deponer las armas y evaluar cómo inculcar una cultura de no-violencia.

Consideró que se debe hacer una campaña en contra de la violencia y el uso excesivo de las armas. “Esta es una sociedad que se está enfermando y por cualquier cosa se pelea, por un accidente de tránsito o por una discusión en un bar”.

“Esto debe cambiar, esto tiene que cambiar”, manifestó el gobernante al tiempo que observó que lo único que deja la violencia es más violencia. Este parece ser el año de la violencia, una “pandemia social” que nos afecta a todos.

La violencia nació con la humanidad. “Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató” (Génesis 4:4).

A partir de ahí, la especie humana ha vivido bajo los efectos de un síndrome indeseable, insoportable e ingobernable; de seres que maquinan y ejecutan sin inmutarse los más sangrientos hechos contra la humanidad. Se han sucedido en nuestro país con una frecuencia sorprendente en los últimos días.

La violencia se define como “la fuerza física ejercida con el propósito de violar, dañar o abusar”, y por desgracia, la violencia es una parte de la vida cotidiana. Está en nuestras películas y series de televisión, y vivimos en un mundo donde el poder a menudo se establece mediante la violencia.

Es una tendencia que se manifiesta en todos los órdenes de nuestra  vida cotidiana; en el trato con la pareja, con los hijos, con los compañeros de trabajo, con los vecinos; con casi todo el mundo.

Se evidencia en nuestro vocabulario,  nuestras reacciones, nuestros gestos y maneras de tratar con los demás. Es como si la violencia fuese la norma de nuestra conducta.

“Y se corrompió la tierra delante de Dios; y estaba la tierra llena de violencia” (Génesis 6:11).  Así describe el texto bíblico la condición del mundo en la antesala del diluvio universal.

Dios llama hoy a la reflexión mediante su Palabra: “porque el país está lleno de violencia hasta el último rincón” (Salmos 74:20).  Y nos preguntamos: ¿De dónde vienen las guerras y pleitos entre nosotros?  ¿No es de nuestras pasiones, las cuales combaten en nuestro interior? (Santiago 4:1).

Es la pasión por dominar, sobresalir, imponerse a toda costa, la inconformidad con la aceptación de los demás y no la nuestra, como fue el caso de Caín.

Los malos aman la violencia (Salmos 11:5) y confían en ella para enriquecerse (Salmos 62:10). Dios aborrece la violencia inicua de los hombres, y en ocasiones responde con una violencia justa en juicio (1Reyes 18:20-40;21:18-29).

No puede haber paz mientras fabricamos armas destructivas; mientras el negocio de las armas prolifera; no hay paz mientras la seguridad personal sea asunto de quien porta el arma más rápida.

Y no puede haber paz en una sociedad irritada, dominada por la impaciencia y la ansiedad.

Y mucho menos mientras haya tanta violencia intrafamiliar en nuestra sociedad post-moderna. Los organismos internacionales le han dado el calificativo de “Pandemia social”.

¿Cómo podemos esperar una sociedad sosegada regalando armas de juguete a los niños, películas y juegos de guerra? Si sembramos viento cosecharemos tempestad.

El cambio solo puede lograrse cambiando el corazón y sentir de la humanidad y eso solo es posible por medio del nuevo nacimiento propuesto por Jesús.

Sepan que el fin de la violencia llega cuando el evangelio deja de ser religión y se convierte en una relación; cuando el temperamento humano es transformado por aquel que dijo: “La Paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:17)

Ricardo Rosa

Periodista, labor que realizo desde 1970. He laborado en diferentes medios noticiosos (radio, televisión, periódicos impresos y digitales) tanto de Santiago como de Santo Domingo.

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