PUNTOS…Y PICAS

POR CARLOS MANUEL ESTRELLA

Libertinaje de expresión

El ejercicio de la libertad de expresión tiene como límites el respeto a los derechos fundamentales del honor y dignidad y cuando se trata de la labor del periodista, o el profusamente etiquetado genérico “comunicador social”, está atravesado por la ética profesional.

Las redes sociales se han convertido en plataforma de dimensión global para la difusión instantánea y rápida de sucesos con apoyo del elemento gráfico pero también constituyen un amplio muro para desinformar, desahogarse, chismear, denostar y hasta ofender con difamación e injuria.

Los “comunicadores sociales” parecen ignorar que en ejercicio de cualquiera de los géneros periodísticos tradicionales (informativo, de opinión e interpretación) existen reglas técnicas de exposición y, más importante aún, valores intrínsecos de la responsabilidad social de este oficio.

La legislación moderna, obligada a adecuarse a nuevas plataformas de divulgación en la era de las tics, ha tipificado el delito electrónico como aquel ilícito cometido en uso de estas herramientas tecnológicas, por lo que pueden ser pasibles de sometimiento y sanción los transgresores de la ley.

El periodista, sobre todo con experiencia en medios tradicionales, debe saber que las ofensas son pasibles de sometimiento judicial y que al margen del periódico, la radio o la televisión en los términos de la obsoleta y vigente ley 6132, usar la red para difamar e injuriar no le exime de responsabilidad.

Ningún derecho es absoluto, la genérica y temerosa “libertad de prensa” tiene límites y ante el libertinaje expresivo en las redes, a cargo de periodistas, la justicia es el escenario para resarcir reputaciones lesionadas y privilegiar el honor, dignidad y buen nombre de víctimas de sicarios de la comunicación.