Se trata de una edificación de dos niveles, donde están supuestos a ser reubicados 120 vendedores que por más de 25 años estuvieron en ese lugar, aunque de manera inadecuada.
De inmediato se puso manos a la obra y eso llenó de alegría tanto a sus futuros inquilinos, como a las decenas de familias y establecimientos comerciales ubicados en los alrededores y que de alguna manera eran víctimas del desorden que imperaba allí.
Pero el tiempo fue pasando y en la construcción no se avanzaba de manera adecuada, por lo que Serulle tuvo que abandonar la Alcaldía dos años después de haber dado el primer picazo, quedando el edificio listo en un 75 por ciento.
Entonces asumió Abel Martínez el cargo de administrador del municipio y, de acuerdo a Félix Antonio Colón, presidente de la asociación que agrupa a los vendedores de ese mercado, el vía crucis para ellos se ha tornado más lento y pesaroso.
Recuerda Colón que el alcalde Serulle permitió que alrededor de 50 de los negocios que funcionaban en aquellos terrenos se reubicaran de manera temporal en la misma calle, justo la principal de esa parte de esta ciudad ocupando de paso alrededor de 200 metros de acera.
Obviamente, esa irregularidad provoca todos los días cuellos de botella para el tránsito de vehículos, y de paso obliga a las personas caminar por el centro de la vía.
De manera directa los variados negocios ubicados normalmente en la acera de enfrente sufren las consecuencias de esa singular situación, pues sus ventas se reducen cada día más, en vista de que estacionar vehículos en esa área equivale a impedir por completo del tránsito vehicular.
“Es que estamos convencidos que si nos vamos del lugar correremos la misma suerte de nuestros compañeros, que se fueron para sus casas creyendo que hace rato estaríamos ocupando los cubículos del edificio que tiene varios años completamente abandonado”, refiere.
En esas casetas, que estéticamente proyectan un mal aspecto, sastres, zapateros, reparadores de aparatos eléctricos, relojería, peluquería y vendedores de diferentes rubros agrícolas, entre otras disponibilidades, desenvuelven sus labores cotidianas dentro de la más absoluta estrechez y en medio de una total falta de higiene.
Convencidos de que el alcalde Martínez no va a autorizar la conclusión de dicho edificio, aprovecharon una reciente visita a la zona sur de la ciudad del presidente Danilo Medina y colocaron un gigantesco letrero, donde le pedían que ordene la terminación de la obra.
“Pero, aunque el Primer Mandatario pasó por el lugar, parece que no se percató del reclamo de nosotros los vendedores, porque la situación ha seguido exactamente igual”, recuerda Colón con un dejo de amargura y aparente resignación.
Mientras ellos desesperan por la realidad que viven, de la que cada día que pasa menos esperanza abrigan de que el cabildo terminará la obra, la abandonada construcción es utilizada, principalmente en horas de la noche por “visitantes” de los alrededores y otros barrios periféricos.
Se introducen en el lugar para consumir marihuana, tener relaciones sexuales y hasta para defecar, lo que ocurre porque, según el dirigente de los vendedores, la actual administración municipal retiró los vigilantes públicos que dejó allí Serulle y que vigilaban las 24 horas.
Sobre la falta de higiene precisa que, aunque ningún vehículo puede llegar al sitio, porque ellos tienen sus casetas en la calle y la acera, obreros de la Alcaldía penetraban y recogían la basura, pero que ya eso también es cosa del pasado.