Pesimismo y unidad nacional Pesimismo y unidad nacional
POR PEDRO DOMÍNGUEZ BRITO Soy optimista por naturaleza. Aborrezco quejarme, lanzar lágrimas sin noble causa.  Escuchar un “no puedo” lastima mi sien. Me desagradan... Pesimismo y unidad nacional

POR PEDRO DOMÍNGUEZ BRITO

Soy optimista por naturaleza. Aborrezco quejarme, lanzar lágrimas sin noble causa.  Escuchar un “no puedo” lastima mi sien. Me desagradan los masoquistas, los que gozan sufriendo y cuando saludas responden, con una mueca, que se los está llevando el diablo. Esquivo, además, a los que temen triunfar y huyen del éxito, a los ciegos de horizontes. Y los hay de todas las clases sociales, razas y nivel académico.

Pero hay ocasiones que sucumbo, como esta madrugada. Reflexiono que la humanidad vuelve a estar de luto. Escribo estas líneas: “Batallas, inútiles enfrentamientos, ímpetus desangran. Duelos, muerte de dos, nadie celebra. Evitar espadas, no afilarlas, no desenvainarlas. Andar desnudo de armadura, pecho abierto, espalda liviana. Alejarse cuando vibren los labios del desafinado trompetista. Regresar cuando la sintonía cada murmullo atiborre. Sin nada qué defender, pasividad es sabiduría; triunfo, paz”.

El mundo actual tiene demasiadas emociones, pero no para bien. Esa tranquilidad que en cierta medida tenía, se fue por la borda. Se esfumó la esperanza de que la armonía y el diálogo fueran los puntos cardinales. La involución se impuso a la evolución, la pólvora al signo de la paloma, la provocación a la prudencia.

Se respira un pesimismo colectivo, como si algo muy negativo estuviera a punto de sucedernos, afectando a ricos y pobres, sin respetar fronteras ni ideologías. Hasta es posible, algo extraño en la historia, que los que más tienen sean los mayores perjudicados.

Nos llegó COVID-19. Nadie estaba preparado para su impacto. Parece que nos recuperamos de la pandemia, aunque nada es seguro en asuntos de virus, pero desconocemos la magnitud de sus consecuencias, en todos los órdenes: salud, economía, política, sicológica.

Y de repente, cuando empezábamos a respirar, aparece el conflicto entre Rusia y Ucrania. Los malos y los buenos se confunden, cada cual tiene su versión. Las partes usan antojadizamente lo mediático, justificando sus actuaciones. La verdad ni con lupa se encuentra, sin negar que toda invasión debe ser rechazada, venga de donde venga. Lo único evidente es que hay muerte, dolor, caos y preocupación.

Es lo más delicado y peligroso que ha vivido la humanidad desde de la Segunda Guerra Mundial. Su impacto podría ser fatal, partiendo de sus efectos inmediatos. No se vislumbra una salida. No importa el desenlace, la realidad es que dejará profundas heridas en las relaciones de los países desarrollados, entre otros aspectos no menos alarmantes.

No es un cliché: los dominicanos, venciendo colores, debemos estar unidos y preparados para enfrentar de la mejor manera lo que es inevitable: una crisis mundial sin precedentes en las últimas décadas. Perdonen mi falta de optimismo y la culpa no es de la madrugada.

Ricardo Rosa

Periodista, labor que realizo desde 1970. He laborado en diferentes medios noticiosos (radio, televisión, periódicos impresos y digitales) tanto de Santiago como de Santo Domingo.

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