Frente al famoso edificio triangular Flatiron (1902), donde tantos turistas van a tomarse fotos en el pequeño boulevard que funde a la 5ta Avenida y Broadway, la noche del 1 de junio las vitrinas fueron testigos de lo que hace meses se temía en Nueva York: disturbios, caos, demonio y vandalismo.
Muchos pensaron que el encierro y la recesión causados por la cuarentena decretada para combatir la pandemia el 22 de marzo motivarían revueltas civiles; y en ésta, la ciudad más contagiada en el mundo, cientos de establecimientos cubrieron sus vitrinas como en un gran luto urbano previo.
Largas semanas pasaron y cuando ya la pandemia comenzaba a ceder en Nueva York, llegó el chispazo que sí desataría la furia: el descontento acumulado por el racismo, ésta vez tras la muerte de George Floyd por abuso policial.
Pero los destrozos en Midtown han tenido poco o nada que ver con la esencia de la protesta legítima: en cuestión de minutos grupos de delincuentes rompieron vitrinas de comercios al azar, unas conocidas como Duane Reade, LEGO, AT&T y Best Buy; y otras pequeñas, las que más sufren los daños.
En algunos casos rompían sin acceder, pero en otros locales los vándalos u otros oportunistas más atrás entraron a saquear, robando mercancía, mayormente celulares,saltando entre vidrios colgantes que seguían cayendo. Hasta las 10:30 p.m. la policía de Nueva York no se había presentado en la zona y el escaso tráfico de la cuarentena seguía fluyendo, a pie y en autos.
A las 11 p.m. comenzó el toque de queda -el primero en NYC desde 1943, hace 77 años- y un nuevo capítulo en la novela más nefasta de Nueva York. La anarquía va ganando.