PUNTOS…Y PICAS

POR CARLOS MANUEL ESTRELLA

Al ritmo que marchan los homenajes post mortem a Juan Bosch, fallecido el 1 de noviembre de 2001, en breve el Congreso Nacional en función de Asamblea Revisora de la Constitución deberá cambiar el nombre del estado por el de “República Juan Bosch”.

Los aventajados discípulos del profesor vegano, fundador de dos de los más importantes partidos políticos del siglo XX se han dedicado desde la gestión pública a designar con el nombre del insigne intelectual y político toda suerte de obra estatal o municipal que se antoje.

El último de estos inventos ha sido cambiar la designación de la avenida Hatuey, que atraviesa barrios de la laboriosa periferia noroeste santiaguera, por la del cofundador del PRD en 1939 y creador del PLD en 1973, según resolución del órgano legislativo del ayuntamiento de Santiago.

Los peledeístas están obstinados en la tarea aparentemente inacabada de honrar al hombre y ciudadano de la estirpe e impronta de Bosch con estas designaciones, como si con esos cultos se curaran en salud ante el contraste que han sido como clase gobernante muy lejos del ejemplo del maestro.

Un hospital traumatológico, puentes, carreteras, avenidas, ciudades satélites, escuelas y otras obras públicas llevan el nombre de Bosch en actividades desvinculadas de sus logros y aportes como político, literato, maestro autodidacta y ciudadano ejemplar con ética y compromiso social.

La mejor manera de honrar la vida y obra de Bosch es emulando su comportamiento desde la función pública, como su gobierno sietemesino de 1963 y su modelo de vida austera, sin alardes de la ostentosidad y riqueza desmedida que hoy evidencian sus discípulos a costa del erario.