Los clubes de antes y de ahora Los clubes de antes y de ahora
POR PEDRO DOMINGUEZ BRITO Un sobrino me preguntó: “¿Tío, cuando eras chiquito, cuál era tu club favorito? Le contesté: “En mis años mozos el... Los clubes de antes y de ahora

POR PEDRO DOMINGUEZ BRITO

Un sobrino me preguntó: “¿Tío, cuando eras chiquito, cuál era tu club favorito? Le contesté: “En mis años mozos el club más famoso e importante del mundo era el de mi barrio. Ni idea teníamos del Real Madrid o del Liverpool. Fue desde el club deportivo y cultural de nuestra comunidad donde aprendimos a correr, jugar baloncesto, recitar “Hay un país en el mundo” del inmenso don Pedro Mir, comprender el ajedrez, escuchar a Silvio Rodríguez, leer a Eduardo Galeano, bailar mangulina…”.

En ese instante me fui lejos y recordé con nostalgia cuando éramos parte de un grupo que, enarbolando las banderas del deporte y la cultura, soñaba, ejercitaba sus músculos, discutía con altura, leía y se enamoraba de las ideas. Estas organizaciones fueron vitales en el desarrollo integral de varias generaciones.

Los clubes deportivos y culturales sobrepasaban el marco de su nombre, pues por igual eran reivindicativos, el espacio propicio para exigir una sociedad más justa. Éramos activos en la búsqueda de soluciones a los problemas comunes, ya que no era seguro hacerlo a través de un partido político.

Otro aspecto interesante es que eran plurideportivos, es decir, practicaban varios deportes. Ahora, desgraciadamente, apenas se concentran en uno y lo hacen muchas veces a título oneroso, convertidos en compañías por acciones. Y en casi todos, actualmente, el aspecto cultural no existe. Esa materia la descartaron.  No hay poesía coreada, peñas literarias, bailes folclóricos, concursos de décimas…

También antaño se amaba el voluntariado. Los dirigentes, atletas y promotores culturales, servían a su causa de corazón, sin esperar nada a cambio, con la meta de servir, no de ser servidos.

¿Hasta qué punto la desaparición de los clubes deportivos y culturales ha incidido en el deterioro moral e intelectual de muchos jóvenes y en la pérdida de identidad y de solidaridad de cientos de comunidades?

Añoro aquellos días de mi infancia y juventud, donde, además, la veía a ella, tímida como yo en asuntos de amores; ella esperando que le hablara y yo anhelando que ella lo hiciera, para, total, limitarme a decirle: “¡Hola compañera! ¿A qué hora es la reunión del sábado?”.

Mi sobrino, al final, tocó mi hombro y me pidió que le contara lo que yo  reflexionaba. Lo hice con agrado. Me escuchó atento y en su expresión noté que pensaba: “¡Oh Dios, me hubiera encantado vivir esa época!”.

Ricardo Rosa

Periodista, labor que realizo desde 1970. He laborado en diferentes medios noticiosos (radio, televisión, periódicos impresos y digitales) tanto de Santiago como de Santo Domingo.

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