Migrante y ciudadanía celestial Migrante y ciudadanía celestial
POR RAFAEL BALDAYAC Un erudito dijo una vez: “El mundo es un puente. El sabio pasa sobre él, pero no construye en él su... Migrante y ciudadanía celestial

POR RAFAEL BALDAYAC

Un erudito dijo una vez: “El mundo es un puente. El sabio pasa sobre él, pero no construye en él su morada”. 

 Constantemente en todo el mundo hay gentes que abandonan sus tierras de origen en busca de una vida más segura o mejor.  La migración concierne a todos los países, ya sea como lugar de origen, tránsito o destino, o como combinación de estos.

Un número sin precedentes de personas, estimado en 250 millones,  actualmente viven fuera de los países en que nacieron, es decir un 3.3% de la población mundial esta en movimiento.

La Organización de la Naciones Unidas, ante el aumento de los flujos migratorios en el mundo, celebrará el próximo lunes 18 de diciembre, por decima octava ocasión,  el Día Internacional del Migrante.

En la República Dominicana existe una de las madejas o nudos migratorios más complejos del mundo. Hoy día miles de haitianos, cubanos, venezolanos y de otras nacionalidades entran con o sin documentos a territorio nuestro. Incluso la migración haitiana, muchos la califican como una invasión que forma parte de un plan de las grandes potencias para fusionar la Isla.

 No hay razón para conflictos,  el mundo sigue siendo un puente, aquí no tenemos residencia permanente (Hebreos 13:14). Pedro describe a los cristianos como extranjeros y peregrinos aquí en la tierra, es decir no somos ciudadanos de este mundo (1Pedro 2:11).

La palabra griega para extranjero es: “Pároicos”. Se usaba para señalar a un residente temporal en un país extraño. Describe a aquel que se encontraba en otro país, aunque con el pensamiento siempre estaba en el suyo.

Se dice que los judíos dondequiera que estuvieran exiliados, sus ojos se dirigían hacia la Ciudad de Jerusalén, la Ciudad del Gran Rey. En los países extranjeros construían sus sinagogas orientadas hacia Jerusalén, su anhelo era regresar a la tierra de promisión.

Los cristianos, en cualquier parte del mundo  dirigen su mirada siempre hacia Dios. Un  pueblo cuyo Rey es Cristo, cuyo hogar es el Cielo.

Habitan en la tierra de su nacimiento, pero como residentes temporales, asumen todas las responsabilidades como ciudadanos, pero somos extranjeros y peregrinos en el planeta.

Pasan la vida en la tierra, pero su ciudadanía está en los cielos (Filipenses. 3:20, 1 Corintios 4:9-13). Son como los que vienen a tomar una asignatura y luego se van.

Cuando Pablo escogía un lugar para predicar el Evangelio, lo hacía como todo un estratega. Pero esta vez escogió Dios, dándole una visión, Hechos 16:6-10. El lugar en cuestión. La ciudad de Filipos centro de comunicaciones de una amplia zona.

La ciudad de Filipos tenía estas características. Fundada en el año 368 AC. por Filipo de Macedonia, recibió poco tiempo después la distinción de ser una colonia Romana.

El poseer la ciudadanía Romana, en aquellos tiempos, era lo máximo para cualquier persona que la pudiera obtener. (Hechos 22:25-29). Desde luego para Pablo, no había nada más importante que ser “Ciudadano del cielo”, y lleva toda la razón en ello.

Para los cristianos que residían en esa área, hablar de la importancia de la ciudadanía era muy comprensible. Insta a los cristianos a que sean capaces de valorar altamente la importancia de ser ciudadanos del cielo.

El hombre sigue, por doquier, buscando y buscando la patria perdida, construye palacios, habita en ellos pero no es feliz, amasa fortunas, compra glorias y placeres mundanos pero no encuentra aquella felicidad perdida que sentía cuando gozaba de la comunión y cuidado del Padre en Edén.

En la vida siempre estamos caminando y caminando, buscamos la felicidad. La felicidad parece no existir en ninguna parte. (Mateo 9:35-36) Así describió Jesús a la gente, pobres, desamparados, sufriendo y sin esperanza.

Sin embargo  el único camino de retorno al Hogar Eterno es Jesucristo.  En la casa de mi Padre muchas moradas hay (Juan 14:2).  Yo soy el camino, y la verdad, y la vida (Juan 14:6) ¡No hay otro camino! Vengan a mí. Encuentren descanso para vuestras almas. El alma nunca ha estado feliz en este mundo, no pertenece aquí. (Mateo 11:28-30).

¿Usted ya encontró la senda y el camino que le llevará de regreso a la patria celestial?  Muchos encontraron en Jesús lo que buscaban. Recordemos lo que dijo Pedro “Señor a quién iremos si sólo tú tienes palabras de vida que darnos” (Juan 6:67-69).

Ricardo Rosa

Periodista, labor que realizo desde 1970. He laborado en diferentes medios noticiosos (radio, televisión, periódicos impresos y digitales) tanto de Santiago como de Santo Domingo.

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