NUEVA YORK.- Son las 10 de la mañana y en una calle del Lower East Side de Manhattan se escucha un concierto tierno de...

NUEVA YORK.- Son las 10 de la mañana y en una calle del Lower East Side de Manhattan se escucha un concierto tierno de pájaritos. El frío de la ciudad parece rimar con el coro de sus cánticos, pero en cuestión de segundos todo cambia. Un hombre manejando un tractor en una obra de construcción agrega la primera nota disonante a la altura de la Segunda Avenida.

El ruido se va mezclando con la sinfonía de pitazos estruendosos que corren por cuenta de conductores de camiones, buses de turismo y hasta volquetas, que no quieren quedarse atrapados en medio del tráfico de la Primera Avenida con calle 1 East.ruido

Los oídos de los transeúntes ya empiezan a hacer huelga. Pero unos pasos adelante viene lo peor: un camión de limpieza de grasa de cocinas estacionado frente a un restaurante genera una especie de sonido de aspiradora de altos decibeles que hace que los tímpanos quieran reventar.

“Esto es así todos los días, y cada vez está peor”, se queja la dominicana Mercedes Moralesmientras se tapa los oídos y asegura que aunque en las noches muchos de esos ruidos se apaciguan, vecinos escandalosos, música a reventar y hasta gritos de jóvenes borrachos y peleas en las calles, forman el concierto más alto de la jornada.

Esto no debería llamarse Loisaida sino ruidosaida; aquí nunca hay paz y es como si la gente se acostumbrara a eso y a la caca de perro que hay por todo lado”, agrega la mujer, quien sigue su camino enfadada, tragándose su molestia.

Una cuadra más adelante la puertorriqueña Laurie Speer, quien vive en el vecindario hace más de 50 años, le declara la guerra a las barras y discotecas y las culpa de fomentar el ruido y quitarle el sueño.

“Yo vivo en un piso 20, y aunque me aguanto el ruido de los carros y las construcciones, alcanzo a oír a los muchchos gritando de borrachos”, comenta la mujer de 73 años, al tiempo que le pide a la Ciudad que controle la expansión de nuevos bares por el bien y la tranquilidad de los residentes de esa parte de la Gran Manzana.

“No deberían dar más licencias para acabar con esas barras y a los muchachos deberían obligarlos a respetar”, afirma la boricua.

Y es que el ruido en varias partes de Nueva York como el Lower East Side y el East Village se ha convertido en una problemática tan grande, que el año pasado la mayor cantidad de quejas recibidas por la línea 311 fueron sobre ese tema.

Así lo reveló la administración de Blasio, tras asegurar que de las más de 2 millones de llamadas que los neoyorquinos hicieron para reportar quejas en el 2016, un total de 370,645, fueron por ruido. Manhattan ocupó el primer lugar de los reportes, seguido por Brooklyn y en tercer lugar El Bronx.

El informe de la línea 311 reveló que el ruido residencial y la música y fiestas estruendosas fue objeto de las principales quejas con 145,617 denuncias, mientras que los golpes y sonidos en paredes son la segunda razón, con 56,299 casos; el tercer nivel de quejas de ruido tiene que ver con música en las calles, que el año pasado generó 42,319 llamadas y en el quinto lugar está el ruido de las obras de construcción, común por estos días, con 28,420 denuncias.

La guatemalteca Vila López, quien vive en el Bajo Manhattan hace más de tres años, asegura que la situación de ruido ha sido tan insoportable que ya causó consecuencias en su hija Nayeli.

“A ella comenzaron a dolerle los oídos por tanto ruido que hay acá todos los días y la tengo en tratamiento con el doctor”, comentó la madre, agregando que “aunque aquí suena todo muy alto, era peor cuando vivía por la Roosevelt en Queens, porque allá tanta música a todo volume no nos dejaba ni dormir”.

La ecuatoriana María Bueno confesó que en asuntos de ruido cada quien elige cual aguantar.

“Yo me aguanto la música, pero este ruido de las construcciones si es demasiado molesto; deberían ponerles controles”, dijo, motivando a los neoyorquinos a que llamen a quejarse a la línea 311 para que a los responsables los metan en cintura y no obliguen a los demás a vivir día y noche en la Ciudad que nunca duerme. “La ciudad nunca duerme, pero uno necesita estar tranquilo para poder dormir”, agregó.

William Reda, vocero de la línea 311 aseguró que en Nueva York el ruido excesivo se toma con mucha seriedad y recordó que desde el 2007 entró en vigor una ley municipal que pone frenos y sanciones a quienes fomenten el ruido.

Cualquier neoyorquino puede presentar una queja por situaciones tan cotidianas como un vecino ruidoso, música o la televisión alta y hasta por hablar y mover o arrastrar muebles.

Los agentes de los precintos de policía responderán a los llamados cuando no estén manejando situaciones de emergencia, pero lo mejor es reportar la queja al 311.

El puertorriqueño José Leandro, quien dice haber llamado a la línea de atención de la ciudad más de una docena de veces para reportar “vecinos irrespetuosos”, dijo con ironía que el único sitio del Lower East Side donde hay paz, es el cementerio Marble, que queda en su vecindario.

“Allá los muertos no llaman, no porque no quieran quejarse, sino porque no pueden… esto aquí cada vez está más escandaloso; vamos a tener que andar con tapones”, dijo.

Ricardo Rosa

Periodista, labor que realizo desde 1970. He laborado en diferentes medios noticiosos (radio, televisión, periódicos impresos y digitales) tanto de Santiago como de Santo Domingo.

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